De bruces hacia la criptonita
Duelo de favoritos, de aspirantes a todo, Unión Nazarena Basket y CB Anres. El joven y el veterano. El bello y el bestia. Un partido que habría llenado las gradas de Rochelambert de no ser porque se jugó a las 9.00 horas de la mañana. Qué horas, pero qué partido, en el que los anresistas sufrieron su primera derrota en un partido de poder a poder.
Pero ese día se vio que si había algún rival a batir, ese iba a ser el que conforman este joven plantel de Dos Hermanas. El choque fue vibrante, con una igualdad digna de un primero contra un segundo. Sí, de Tercera División, pero ya me gustaría que alguno de Segunda jugara con la intensidad o el arrojo con el que se llegó a disputar este partido. Los dos primeros cuartos fueron muy igualados, aunque con una leve ventaja de los anresistas, que imponían su juego a duras penas. Pero llegó el tercer cuarto y, no se sabe cómo, el rival empezó el martillo pilón sobre nuestro aro. Sabemos que muchas veces la clave está más en la defensa que en el ataque, pero cuando tienes a un contrincante capaz de anotarlo todo, literalmente todo, sólo puedes hacer una reverencia y hacer mutis con el foro con educación y alabando su victoria.
Y es que su partido fue primoroso... y nuestro tercer cuarto pésimo. Pese a todo, quedaba un minuto y medio para el final del choque y, gracias a un triple de Bruno, nos habíamos colocado tres abajo en el tanteo. Ahí faltó un grito desde el banquillo -probablemente mio- pidiendo calma y mesura. No se, un amarrategui en toda regla consiguiendo una derrota mínima que nos beneficiara. Pero cuando tienes a un grupo que se ha acostumbrado a ganar no lo puedes frenar. Es como un caballo desbocado e impetuoso que te puede ganar la carrera o perderse entre los matojos. Elegimos la opción de arriesgarnos para ir a por el partido. Ganarlo. Finiquitar la liga... y salió cruz. Hasta tres triples se marraron mientras que los nazarenos sólo tenían que dejar que su mejor hombre cogiera el balón y le cayeran a él las faltas. Así se acabó claudicando y viendo que la liga es larga, tremendamente larga, y que puede dar mil vueltas.
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